Surgen una vez más inevitables e incómodas preguntas de difícil contestación:
¿Pudo evitarse esta vez?
¿Hay vida inteligente al mando del control de la pandemia?
¿Por qué tanta mentira?...y, ante todo…¿Cuáles son los objetivos en este momento?
¿Cómo pinta el futuro que nos aguarda?
A pesar de la complejidad de las respuestas, merece la pena intentarlo por el interés que para mi suscita el pleno ejercicio de la EpS (Educación para la Salud), competencia expresa de profesionales enfermeros y médicos especialistas de enfermería /medicina Familiar y Comunitaria, con su máximo exponente en la Atención Primaria y que, salvo honrosas excepciones son pocos los valientes que generalmente por iniciativa propia, de forma altruista y aislada, han tomado parte a través de diferentes medios de difusión para explicar la VERDAD de lo que está pasando. Mi máximo reconocimiento para aquellos otros valientes no sanitarios ni necesariamente periodistas que se embarcaron en su momento en este empeño, y cuyas investigaciones y divulgaciones también han contribuido a salvar vidas evitando tanto engaños como la filtración de informaciones edulcoradas que solo propician la infravaloración del mal pandémico que nos asola como las siete plagas del Apocalipsis (ojalá se quedasen “solo” en siete).
Cuando más se necesita información veraz, actualizada y contrastada es precisamente en los momentos de dificultad. Los conocimientos y experiencia de profesionales sanitarios y de otros científicos permite adoptar medidas acertadas, evita conductas absurdas y arriesgadas, mejora la adaptación y predispone la correcta diagnosis, lo que será fundamento de predicciones y pronósticos en la línea del conocimiento y evidencia científica. El sinsentido es apoyarse en expertos inexistentes y tomar decisiones puramente políticas sobre la marcha y sin el consenso de los diferentes Consejos Profesionales como mínimo.
En esta ocasión veíamos cómo la denominada sexta ola avanzaba por Europa, cruzándola desde el Este, provocando serios problemas a su paso; la aparición de la nueva cepa Ómicron reemplazando rápidamente a la variante Delta tampoco fue motivo de alarma para nuestros gobernantes que lanzaban sus típicos mensajes de tranquilidad infundada: ”Aquí estamos mucho mejor porque hemos logrado uno de los mayores índices de vacunación..” y bla, bla, bla. Empeñados en exigencias poco efectivas para contener los contagios como el pasaporte covid, como si el hecho de estar vacunado nos blindase, y lo que es peor, enviando este nuevo mensaje tranquilizador envenenado a la población que se contagiaba alegremente con la mayor “normalidad”, eso sí.
Ni certificados vacunales, ni mensajes de serenidad masiva sirvieron para evitar el sexto golpe de ariete de una misma pandemia-endemia de este mundo globalizado que no ha sabido encontrar el acuerdo en un momento de crisis sanitaria que lo arrasa…bueno, en algunos pequeños países ni siquiera lo buscamos, y diecisiete sanidades diferentes en un “sálvese quien pueda” pugnan por ideales políticos de dudosa credibilidad, e intentan contentar o poner en evidencia al decimoctavo en discordia que ostenta el poder ejecutivo según el color de su partido, o del sol que más calienta.
En estos momentos, a nueve de enero, con una tasa de incidencia desorbitada que sobre cien mil habitantes a catorce días supera en muchos territorios los tres mil casos confirmados mediante PDIA, cifras tan espeluznantes como ficticias, ya que los protocolos vigentes en sanidad eluden rastreo y estudio de contactos a vacunados y asintomáticos con lo que vemos tan solo una parte del iceberg; de hecho algunas estimaciones hacia las cuales me inclino hablan de una tasa de incidencia acumulada real que rondaría los diez mil casos por cien mil habitantes en varios territorios, lo que implica en cualquier caso una transmisión comunitaria totalmente incontrolable en el punto donde estamos. De poco sirven ahora test, cribados masivos, y todo el sobreesfuerzo que hacemos los “Responsables COVID” en Atención Primaria, más allá de gastar recursos de todos, agotar e infectar a profesionales y hacer creer a la población que lo que hacemos sirve para controlar algo.
No podemos seguir trabajando sin objetivos claros, por eso y contestando a mi primera pregunta autoformulada:
Sí, señores, hubiera sido parcialmente evitable el sexto ostiazo si en el primer momento en que la curva de contagios mostraba un ascenso exponencial se hubiera indicado claramente a la población que muy a pesar de las vacunas, el contagio era tremendamente fácil, si se hubiese comenzado a realizar cribados masivos y adoptado medidas como explicar con suficiente antelación que reunirse en los festejos navideños diferentes unidades familiares era una especie de “tortilla rusa” que poco menos que aseguraba la transmisión del hijoputavirus…¡Fun, fun, fun!
Francamente, ya pasada la colación de Reyes y a punto del comienzo de las clases en todos los centros educativos de manera presencial porque según los que nos gobiernan y marcan el ritmo de contagios “no puede ser de otra manera” comenzando el año 2022, asistiremos, a diferencia de otros países europeos a una ola particularmente larga, eso sí, manteniendo el objetivo de seguir con esta hipócrita “normalidad” hasta que las UCI se colapsen que es cuestión de tiempo, porque la estadística dice que aunque las vacunas han logrado disminuir la morbilidad hospitalaria y la letalidad notablemente, siendo la variante ómicron además menos afín por el tracto respiratorio inferior, al menos cuatro de cada mil personas acabarán siendo valoradas en Atención Especializada, y de estas, una de cada treinta acabará en UCI, por tanto, en semanas, muchas de estas unidades de cuidados intensivos llegarán al colapso, con toda la repercusión que esto trae para la correcta atención de los enfermos no-covid, para las listas de espera quirúrgicas, y para el buen funcionamiento del sistema en general.
Quizás, llegados a este absoluto caos incontrolable, sería más honesto declarar a la sexta ola “gripe”, y dedicar el esfuerzo en recursos y personal sanitario a la atención de las personas que enfermen por covid y por otras patologías, poniendo especial atención a personas vulnerables por comorbilidad o edad, o por indefensión/soledad, tendrían en este apartado una misión fundamental los trabajadores sociales. No nos dicen que no se hace rastreo porque es imposible debido al porcentaje de población infectada, que no se hizo a su tiempo por el empecinamiento en salvar la campaña navideña en cuanto a consumo (por criterios económicos), pero poco a poco iremos viendo más restricciones, como ya vemos en el sector hostelero, en el ocio…etc, cuando la saturación de los hospitales y de los profesionales lo determine. Me invade y apena una pesada sensación de hastío, de incredulidad, de incertidumbre después de dedicar durante dos años gran parte de mi esfuerzo a controlar la expansión del covid en una preciosa Z.B.S. del bierzo como es Villafranca, y de poner todo mi empeño para que no se repita una situación ni parecida a la que vivimos en la primera ola en mi residencia de La Bañeza, sinceramente estoy hasta las gónadas, viendo cada día enfermar a compañeros, haciendo cribados para detectar contagios en sintomáticos que precisarán baja laboral, sin rastrear en su entorno donde se autorrastrean algunos con finalidades discutibles, y supliendo a compañeros incluso en mi periodo vacacional por falta de efectivos, lo cual haría gustoso si no fuera porque PUDO SER EVITABLE, y con esto, contesto explícitamente a la primera de las autocuestiones porque las otras quedan contestadas implícitamente entre las líneas de este texto, con vocación de misil.
Cuesta entender las contradicciones protocolarias como la cuarentena-castigo a los no vacunados, muchos de ellos no infectados mientras los vacunados infectados asintomáticos campan a sus anchas, contribuyendo a esparcir el desastre con consentimiento de las autoridades. Choca que quien quiera ocultar síntomas pueda hacerlo y llevar una vida sin restricciones con la prudencia de otros que se saben contactos y deciden aislarse por su cuenta sin que ninguna autoridad se lo indique. No deja de sorprenderme que se prohíba ocio, haya restricciones en eventos culturales y restauración a la par que se envía a cientos de estudiantes y escolares a un contagio altamente probable cuando es posible y aconsejable la no presencialidad. Me espanta que en geriátricos hasta la fecha se haya incidido en mantener visitas y salidas “porque las secuelas de no permitirlo son tan dañinas como el covid”, pero curiosamente el 07 de enero la Gerencia de Servicios Sociales de Castilla y León estrenaba guía de recomendaciones y pautas restrictivas, que quizás hace tres semanas hubiesen sido más provechosas.
Para despedirme no puedo ser muy optimista, viviendo un sindiós permanente durante dos años, cumpliéndose por desgracia cada una de mis predicciones, e incluso superando mis nefastas expectativas. Habrá nuevas olas y nuevas variantes, como la Pi, la Rho, la Sigma…terminaremos con la nomenclatura por alfabeto griego, aunque solo espero que no afloren variantes de letalidad elevada, que por mucho que nos digan, y aunque no es lo más esperable, lamento decir que es posible en tiempos de pandemia-endemia, cuando todos formamos parte de un gran experimento que nos ha obligado a poner los pies en tierra (a muchos a los que recuerdo, bajo la misma) y a vivir sin muchos planes.
No dudo que habremos como mínimo de vacunarnos de forma anual, al menos grupos de riesgo, de forma muy similar a lo que ocurre con la gripe…y espero pronto una vacuna polivalente “gripe-coronavirus”, ojalá una vacuna esterilizante (no será fácil), mientras tanto, aguantaremos todo tipo de ocurrencias de nuestros gobernantes, y como ovejas, una mayoría en decrecimiento, seguirá a su pastor aunque les lleve al precipicio en lo económico y en la salud.
¡Feliz 2022!
Próximo vídeo de respuestas a vuestras preguntas que recibiré en la dirección de correo:
laotraenfermería@gmail.com
Totalmente deacuerdo.Ha llegado el momento en el que la desesperación nos invade.
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